
Hace unos días, hablando con unos amigos, les dije el por qué (casi) siempre hablaba de sexo: creo que es del único tema del que no se discute. De hecho, creo que nuestra generación (el que escribe tiene 23 añazos) es la primera que ha empezado a entender que el sexo es un tema más de conversación, que preguntando se aprende y que, como decían nuestros profesores, "hay que hacer preguntas, aunque uno crea que es una tontería".
Después de un rato hablando sobre "hablar sobre sexo", mis amigos me retaron: es imposible hablar de sexo sin ser grosero. Yo les puse el ejemplo de Sexo en Nueva York -que, de hecho, es la razón secundaria por la que escribo esta pequeña columna-, pero ellos me contestaron que en España no se puede tratar el sexo como en esa serie. Eso me hizo pensar... Y por eso empezaré a escribir en este blog. Si Marilyn Monroe pudo decir la frase más sexual que he oido sin decir nada relacionado con sexo, ¿podré hacerlo yo?
La referencia a Marilyn, para el que no lo sepa, viene dada desde el título de este blog. Es la respuesta que la gran diva del cine dio a la pregunta ¿qué se pone para meterse en la cama? Para mí, no hay frase que sea más concentrada (casi tanto como el perfume en cuestión). En ella, la tentación rubia dejó muy claro una imagen de sí misma sin perder un ápice del glamour que la rodeó toda su vida. O eso me parece a mí.
Tras considerarlo mucho, hablé con mi mejor amigo y mi Mr. Big particular, del que hablaré en adelante en adundancia, quien hizo lo que habitualmente hace: mi contrapunto (quizá por eso le quiero tanto). Me dijo "vamos a ver, McPhee, eres hombre, gay, de 23 años y tu "agenda negra" no es precisamente el Larousse Ilustrado... ¿crees que vas a poder hablar de sexo?".
Así que con estos inicios me dispongo a embarcarme en una nueva aventura, en la que si me lo permitís, por lo íntimo del tema, os tutearé y os contaré cómo veo yo este tema tan complicado pero cada día más normal en la sociedad. Porque de sexo hablamos todos y a todos nos gusta. ¿O no?
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