martes, 27 de octubre de 2020

Lo malo del suicidio es que es pa'siempre

 “Lo malo del suicidio es que es pa’siempre”. Esta fue la conclusión a la que llegamos mi amigo Pablo y yo en nuestros tiempos mozos de universidad (aviso a navegantes, tengo 38 años y es altamente probable que este texto esté lleno de referencias viejunas y poco molonas; estáis a tiempo de dejarlo). Una conclusión que siempre he tenido clara: por más que te vengan mal dadas, lo mejor está siempre por llegar. 

 

Y entonces llegó 2020. Un año duro para todos, está claro. Pero este es mi post y aquí hemos venido a hablar de mí -bueno, yo a hablar, tú a leer-. Y, de repente, “lo malo” ya no lo es tanto. Y, hay días, pocos, pero los hay, en que piensas “lo mejor del suicidio es que es pa’siempre.

 

Vayan por delante 3 cosas: 

 

1.     1. Lo que pretendo contar no es un relato de la vida de nadie más que la mía. De hecho, me gustaría poder firmarlo con mi nombre real, porque Flanagan McPhee es un personaje y no me gustaría cargármelo. Y seguramente, después de esto, me lo cargue. Aunque luego vuelvo a enseñar cacho -de otros- y a decir tonterías y poco a poco se irá recomponiendo. 

2.     2. Esto que voy a contar no lo sabe absolutamente nadie. Ni mis amigos, ni mi familia, ni mucho menos los tuiteros. Puede que sospechen algunas cosas. Puede que sepan unas pocas. Pero este no sé qué que me ha dado hoy (y que no sé cuánto durará publicado) es algo que me he venido guardando desde hace mucho tiempo. 

3.     3. No es mi intención hacerme la víctima. Sólo quiero contar lo que me está ocurriendo y, parafraseando algo del Manual del Perfecto Dejado, “este es mi texto. Sólo espero que le sirva a alguien más”. Y por este alguien más es por lo que me he decidido a escribirlo. 

 

Tengo 38 años, como ya he dicho. Y, sinceramente, no he conseguido ni uno solo de los objetivos que, cuando era un chaval, creía que conseguiría “cuando fuera mayo” -y para mí mayor estaba en los 40, así que me veo que no voy a conseguirlos-. Y, aunque no quieras, de vez en cuando echas la vista atrás y te preguntas: ¿me habré equivocado o esto es parte del proceso. Y, si me he equivocado ¿en qué? Porque, para qué negarlo, a mí la vida no me va del todo bien. 

 

Siento, conforme escribo esto, unas ganas terribles y constantes de llorar. Y, lo que es más jodido, no puedo. Entonces me planteo que no he pasado un cáncer, ni he vivido en la miseria, ni nada de lo que la gente considera “problemas jodidos de verdad” y me culpo a mí mismo por querer llorar. Pero es que es lo que me pide el cuerpo. Supongo que no lo hago porque, inconscientemente, no creo que tenga motivos reales. Pero todo suma y nos faltaba el confinamiento. El segundo, aunque sea light -que, por cierto, si se prohibió del tabaco y de otros productos no alimentarios, igual también deberíamos desterrarlo como adjetivo de situaciones, pero ese es otro tema-. 

 

No me falta el trabajo, eso es cierto. Lo que no cuento es que trabajo para un señor que ayer mismo consideró que soy un vago y que no me gano el sueldo. Da igual que tenga una disponibilidad de 24 horas, 7 días a la semana. No cuenta que maneje más de 10 cuentas de correo y que mis responsabilidades, pese a que en mi contrato se definen como “director del departamento de exportación”, incluyan la de informático -siendo yo Periodista de carrera-, director de comunicación, responsable de publicidad, jefe el departamento de IT, redactor, secretario, organizador de eventos y asistente personal de mi jefe. Eso, como he dicho, no cuenta. 

 

No importa que esté disponible todos los días a todas las horas y que atienda el teléfono de las emergencias porque, en palabras de mi jefe, “lo que pasa es que nadie te puede preguntar qué es lo que haces, porque te lo tomas a la tremenda”. Tampoco es destacable que hable en tres idiomas para resolver los problemas que otros causan, ni que todo esto lo haga sin queja, porque, oh sorpresa, estamos hablando de que ese jefe al que todos soportáis, en mi caso es mi padre. 

 

Y, claro, enlazando con este hecho, imaginad cómo está el entorno familiar. Mi madre en medio, pero siempre del lado de su marido -algo normal, es lo esperable en una mujer nacida a mediados de los 50 del siglo pasado-. Mi padre, pues eso, padre nacido en los 50 del año pasado que considera, como la mayoría, que los hijos son meros discípulos que te atienden siempre que están despiertos. Incluso, si consideras urgente, te despiertan para que les atiendas. 

 

Total, que mi hermano voló -siempre fue el más listo- del nido y yo me quedé. No sé si por masoquismo, por esa sensación de que eres responsable por ser el mayor, o porque soy imbécil. No culpo a mi hermano, por favor. Él me apoya y siempre tengo un hombro en el que llorar cuando lo necesito. Pero se encuentra a miles de kilómetros de casa y, cuando viene, es el hijo pródigo (aunque en este caso la vida le vaya muchísimo mejor que a mí en todos los aspectos). 

 

Y yo, que por fin me decidí hace 6 meses a volar del nido, soy el segundo en hacerlo. Por tanto, todo está normalizado. Un vuelo corto -maldito 2020-, que me hizo volar y me cortó las alas a los 10 días, prometiéndome un futuro maravilloso que cada día tengo más claro que no volverá jamás. 

 

Por supuesto, todo esto me ha afectado a la vida diaria. A la personal, que ya venía destrozada por un hombre que me devolvió de un tortazo todas las inseguridades que me quitó con el primer beso. A la que te hace ser mejor o peor persona. A la que vida que te hace tener ganas de vivirla. Y lo que ocurre es que, por primera vez en mucho tiempo, me apetece vivirla poco. No es que piense en dejar de vivirla -aunque he de reconocer que he descubierto esos pensamientos de “finalización” rondando por mi cabeza-, es que pienso en no vivirla. En pasar de puntillas. O mejor aún, que pase mientras estoy cómodamente tumbado en mi sofá -mejor en mi cama, porque Showbiz, tengo que darte la razón, el sofá es una mierda-. 

 

No quiero hablar de depresión porque no tengo un diagnóstico y creo que no estoy capacitado para dármelo. Estoy hablando de hartazgo vital. De que adelgazo 20 kilos por salud y engordo 30 porque no tengo ánimos de seguir luchando. Porque tengo en la cabeza instaurado que, si me muero, pues tampoco pasaría gran cosa. 

 

Sí -y esto es muy importante, mi madre lo pasaría fatal si lo hiciera; y no se merecen ello ni mi madre ni mi tía Lola, mi persona preferida en el mundo-. Sí, insisto, tengo claro que no voy a acabar con mi vida. No hoy, desde luego. Pero también tengo claro que no tengo ganas de seguir viviéndola. Al menos, no así. 

 

No quiero tener pareja. No siento que la necesite. Y no creo que pueda confiar nunca más en otra persona. Así de roto me dejó ese sapo con orejas que veía el hombre más guapo del mundo. Aunque lleve enamorado casi ya 10 años de una persona que ya me ha dicho que no me quiere como yo, y con el que tampoco quiero nada más allá de dormir abrazados una noche y olerle el pelo. 

 

Y sé que necesito buscarme otro trabajo, pero esto en un círculo vicioso porque no quiero dejar solo a mi jefe cuando sé que me necesita. Porque lo sé, porque lo noto. Porque, qué cojones, es mi padre. Y nos graduamos el mismo día, como gritaba Mafalda, tan sabia ella. 

 

Todo lo que sé es que necesito inflarme a llorar y creo que no me lo merezco. Y sé que, en el fondo, lo único que necesito es un abrazo y que me digan que esto también pasará -y, qué queréis que os diga, un millón de euros tampoco me vendrían nada mal-. Pero también sé que hay dos, tres, cuatro personas como mucho de las que necesito ese abrazo y tengo clarísimo que ninguna de esas cuatro se va a preocupar por hacerlo. Y yo no puedo acercarme a decírselo, porque he fingido muy bien durante demasiado tiempo y porque sé que tienen sus problemas. Y no quiero cargarles con los míos. Y porque es el jodido 2020 y no podemos abrazarnos porque igual nos contagiamos. 

 

Total, que todo es una mierda. Y, en mi caso, esa mierda se me está haciendo bola. Y necesitaba desahogarme y saber, aunque sea un alivio absurdo, irreal y falso, que alguien me escucha y que, quizá, se encuentra tan al borde como yo. Mirando ese precipicio tan feo y tan tentador al mismo tiempo. 

 

Y ya está, que tampoco quiero quitaros más tiempo, que en el fondo, todo son tonterías y lo único que me pasa es que quiero estar triste. Ya lo dicen en Twitter: ¿Estás triste? No estés triste.

 

Así que nada, ya en seguida dejo de estarlo y vuelvo a contaros mis movidas y a hacer el moñas. Pero, por unas horas, permitidme que me tome otra cerveza más, a ver si así me entra el sueño y me olvido durante unas horas de que tengo demasiadas pastillas en el botiquín.

 

Gracias por escucharme. En serio. Gracias. No teníais por qué. 

lunes, 11 de abril de 2016

Instrucciones para quitarse los calzoncillos

Hace unos años escribí este texto para ayudar a una amiga que tenía un ligue le dijo "ven a casa a quitarme los calzoncillos, que yo no sé". Lo que comenzó como una frase para ligar se convirtió, porque somos un poco pérfidas, en un texto cómico que, mucho tiempo después, considero que fue el primer texto íntegramente cómico que escribí. 

Hace como dos días me acordé de él y no sabía cómo ni dónde publicarlo. Luego me acordé de que tenía un blog y... Bueno, este es el resultado. No lo he corregido ni modificado de como lo escribí hace más de 10 años, así que espero que seáis benévolos. Sin más dilación, comienzan las: 

INSTRUCCIONES PARA QUITARSE LOS CALZONCILLOS


Manual para los jóvenes que quieran adentrarse en el mágico y fascinante mundo de esta asombrosa prenda de ropa interior masculina.

     Bienvenidos al fantástico mundo de los calzoncillos. Con este sencillo manual aprenderemos a deshacernos de ellos con gran facilidad, lo que nos hará poder disfrutar de todo un nuevo mundo de sensaciones.

Paso nº 1: Asegurarse de que uno lleva puestos unos calzoncillos. Un calzoncillo es esa cosa que nos sujeta los genitales a los hombres y que tiene cuatro formas convencionales:
-          Slip: El clásico “fardahuevos” que sujeta las partes nobles y las mantiene bien pegaditas a la entrepierna. El preferido por los padres y personas adultas en general, sobre todo blancos y de algodón
-          Boxer clásico: De camal ancho, para hombres que necesitan tener libertad  en sus partes íntimas. También es conveniente para adolescentes que tienen una gran capacidad de “estimulación”.
-          Boxer ajustado: Variante del Boxer clásico que cumple la misma función que el slip (mantener las cosas quietecitas y sin zarandeos), pero que es mucho más estético y agradable a la vista.
-          Tanga: El más atrevido (y también el más incómodo). Se trata de una pieza minúscula de tela que tapa lo justo y que se mete por la raja de las posaderas. No es muy cómoda ni estética. Más bien queda de lo más ridículo y sólo se les permite a los Strippers (también llamados “Boys”) porque se los quitan en muy poco tiempo y tienen un cuerpo por el que se les perdona hasta que lleven eso tan hortera.

Paso nº 2: Asegurarse de que sólo se llevan puestos los calzoncillos en la zona de la cintura hacia abajo. Los pantalones dificultan en gran medida la faena de quitarse los calzoncillos, puesto que con ellos puestos es más difícil maniobrar (si no se sabe uno quitar los pantalones, consultar pág.25, “cómo reconocer y quitarse los pantalones uno mismo”). Los calcetines, por su parte, quedan de lo más irrisorio en un hombre que se va quedar sin los calzoncillos, así que hay que asegurarse de que también están fuera del cuerpo (pág. 14 “Cómo deshacerse de los anti-eróticos calcetines en tres sencillos pasos”).

Paso nº 3: Si estás leyendo esto es porque:
a)      Siempre ha sido algún familiar el que te ha quitado los calzoncillos
b)      Nunca te has quitado los calzoncillos.
   Si te encuentras en el caso a), continua leyendo. Si, por el contrario, tu caso    
es el b), mejor que sigas leyendo esto cerca de una ducha porque cuando te quietes los calzoncillos parecerá como si le quitases el envoltorio a una magdalena y necesitarás una buena ducha, ¡estropajo Scotch Brite incluido, cerdo!

Paso nº 4: Después de la segmentación de los lectores y de la elección del sitio adecuado para  la extracción de los calzoncillos, pasaremos a la primera lección práctica: Colocar las manos las caderas de forma que las yemas de los dedos toquen la goma que mantiene sujeto el calzoncillo a la cintura (si en lugar de goma encuentras algo que no cede, es que aún no te has quitado los pantalones, así que haz el favor de no hacerte el listillo e ir a la pág. 25).

Paso nº 5: Con un suave y lento movimiento, introducir las yemas de los dedos por debajo de la goma elástica del calzoncillo, despacio y con delicadeza. (Si notas una rascada que duele, es que no te has cortado correctamente las uñas, cosa que, aparte de ser una guarrada, puede hacer que sangres, que no sería para nada agradable y podría, además, causarte un trauma y no llegar nunca a conseguir quitarte sólo los calzoncillos; pero eso es cuestión de psicología y traumas, que no es la jurisprudencia de estas instrucciones). Cuando hayas introducido las yemas dentro del elástico del calzoncillo, puedes pasar al paso siguiente.

Paso nº 6: Una vez introducidas las yemas, procederemos a empujar el elástico para que quede despegado de nuestra piel (si llevas slips, hay que tener mucho cuidado con no estirar demasiado porque puede ocurrir que no quede suficiente espacio para que se cobijen nuestras partes y obtengamos como resultado un tremendo dolor en la zona genital; esta advertencia se hace muy importante en los tangas, ya que la pieza de tela es menor y, por consiguiente, mayor es el dolor).

Paso nº 7: Una vez separado el elástico de la piel, procederemos a bajar el calzoncillo hasta los tobillos, con un movimiento rápido y firme: Se agarra fuertemente el elástico y se baja la espalda con los brazos en tensión y sin doblar las piernas, hasta que los nudillos de los dedos pulgares toquen el hueso del tobillo (hay que tener cuidado con el estado del pene en ese momento preciso, puesto que no sería raro hacerse daño en la cara si tuviéramos una erección, con lo que nos dolería tanto la zona de la cara en la que nos hubiéramos clavado el miembro como el miembro en sí, que todos sabemos que es muy sensible).

Paso nº 8: Después de dejar suavemente el elástico en los tobillos, procederemos a levantarnos para no dejar el culo sacado para fuera, puesto que, aparte de quedar completamente antiestético, realizado en un vestuario masculino o en un lugar atestado de hombres puede dar motivo a que alguien se piense lo que no es y dejarte el trasero nuevo

Paso nº 9: Lentamente levantamos la pierna izquierda (el autor es zurdo y por ello empieza siempre con la pierna izquierda, pero el efecto es idéntico con la pierna derecha) con el pie como si fuera un continuación de la pierna, pera que pase por el camal del calzoncillo sin engancharse, ya que puede hacernos perder el equilibrio, tropezar y caer, con lo que perderemos todo el atractivo conseguido anteriormente.

Paso nº 10: Para conseguir un efecto aún más arrebatador, la pierna que queda dentro de los calzoncillos debe hacer un movimiento que requiere bastante práctica: se levantará cogiendo el calzoncillo con el empeine del pie y con un giro lanzará lo lanzará lejos, grácilmente, para que no estorbe en lo que se vaya a hacer después (ya sea una ducha (muy recomendable si en el paso nº 3 descubres ser del tipo b); un cambio de ropa interior o una relación de pareja).


Con estos sencillos pasos conseguirás convertirte en un auténtico experto en el difícil arte de la extracción de los calzoncillos. ¡Ánimo, campeón! Tú puedes hacerlo.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Cicatriz, de Juan Gómez-Jurado (con vídeo explicatorio y todo)


Hoy os hablo de "Cicatriz", de Juan Gómez-Jurado, porque sí, porque es un grandísimo libro, porque es un grandísimo autor, porque así os doy envidia con mi cuadro de Superman-Lego y porque quiero que todos vayáis a compraros el libro a la de ya. Porque, de verdad, lo vale.

Hala, un beso/abrazo/apretón de manos (según corresponda).


jueves, 22 de octubre de 2015

Que sí, que me pone Albert Rivera

Cada vez me da menos vergüenza admitirlo. De hecho, lo he explicado todo en Atroz con Leche (o sea, en este enlace).

Pero claro, es que mírale.






martes, 13 de octubre de 2015

Martes y 13

Los martes que saben a lunes son mejor que los lunes que tienen ese sabor inconfundible. Tras un puente conociendo a la familia política, la verdad es que se agradece un poco de tranquilidad y calma. Que, traducido en mi forma de ser, es volverse loco con ideas de decoración para mi salón.

He dicho mil veces que necesito un cambio. O dos, si son pequeños. Así que toca ponerme a ello.

Os dejo un chulo, que siempre anima el día. Feliz Martes (y 13).


martes, 6 de octubre de 2015

Cambio de vuelta. Vuelta de tuerca

Después de pensármelo y tras los consejos de varias personas, creo que voy a darle una oportunidad a esto del blog. Vuelvo, reutilizando mi anterior blog (unasgotasdeno5), para que quede constancia de cómo escribía antes y lo ridículo que parezco con respecto a cómo lo hago ahora.

Vuelvo con cambios, pero como siempre. La periodicidad será la que me salga de ahí. Y por lo demás, pues como siempre. Habrá SPAM, habrá fotos y habrá lo que me salga a mí de ahí. Que, básicamente, ha sido siempre así.

Dejo "unas gotas", que era la esencia de Flanny.






Y me pongo enterito. Esta es mi foto. ¿A que salgo monis?


miércoles, 12 de febrero de 2014

Espectáculo de Varietés

Desde hace un tiempo (4 semanas) estoy colaborando en un blog llamado "Espectáculo de Varietés". Estoy muy contento con el resultado y, aunque principalmente hablo de pollas y de culos y tetas, el otro día nos pidieron hablar de la fobia que tienen los curas y la Iglesia en general a los homosexuales. No sé si estaba especialmente inspirado o qué, pero os lo copio y pego aquí porque me siento muy orgulloso de él. Y no pasa mucho :)

Así que sin más dilación:

HOMOSEXUALIDAD REVERSIBLE

Por Flanny, el maricón

Amaos los unos a los otros como yo os he amado”.  (O sea, no debería ser tan difícil, creo yo). 

Estas palabras no las he dicho yo. Estas palabras las dijo, teóricamente, Jesucristo. Jesús, para los amigos. El que, en definitiva, separa el judaísmo del cristianismo (diría yo que el catolicismo, pero no quiero meterme en fregaos).

Yo la verdad es que no lo entiendo. Quiero decir, no lo comprendo en su más pura fase cognitiva. Jesús, a todas luces, no era un señor que se sentaba en un sillón recubierto de oro y decía lo que la gente tenía que hacer y no tenía que hacer. O peor, DEBÍA hacer o no.

No os equivoquéis, Jesús era un zelote. Si me lo tengo que imaginar, me lo imaginaría diciendo a todos los judíos: “pero ¿qué cojones hacéis con lo que dice mi padre -partiendo de la base de la deidad de Jesucristo la cual, como cualquier persona que haya leído 'El código Da Vinci`, sabrá que fue decidida por mayoría tras un concilio de la Iglesia Católica- os ha intentado explicar una y mil veces? No, no, no. Imbéciles. Que la cosa va de quererse. No de ganar pasta y poder con el miedo”. 

Os lo juro. Me lo imagino así. Por eso creo que no pasó todo esto como nos lo cuentan. Porque de verdad creo que si fuera así, Jesús se cogía el primer AVE directo del cielo a la Tierra a darle collejas a todos los que van por la vida de católicos hasta que "pusieran la otra nuca". 

"Jesús pasaba el rato con doce hombres y una prostituta. Él fue más como yo que como tú"


La Iglesia. La Iglesia y la iglesia no son lo mismo. 

La Iglesia, así, escrito con mayúsculas, es una organización tan perniciosa como cualquier país totalitario. La iglesia, sin la I con remaches (los que sepáis de edición me comprenderéis mejor que los que no) es la que hace cosas por los demás. 

Jesús fue (de ser) un jodido revolucionario. Fue un señor que dijo que lo que se creía que era ley no lo era. Joder, ¡fue un tío que creó una segunda parte de la Biblia y que ha separado a judíos y católicos para siempre!

¿Qué quiero decir con esto? Pues la verdad, no lo sé. Yo mismo me he criado en un ambiente religioso desde que tenía 3 años. De hecho, aprendí el Padrenuestro (así lo decíamos, de una, sin entender que eran dos palabras) como el Padrenuestro. Era un ley. De memoria. Sin entender. Me pilló el cambio y no entendí por qué había que cambiar una oración que habíamos aprendido de memoria. Como no entendí cuando, al empezar a gustarme las personas del mismo sexo, automáticamente tenía que asumir que estaba queriendo mal. “Querer mal”. Como si no hubiera bastante con querer a personas tóxicas... 

Es difícil para mí hablar de la Iglesia (y de la iglesia, la verdad, que tampoco coincido tanto con ellos). Pero quizá me sea igual de difícil como fácil parece para los curas hablar del matrimonio, del sexo antes del matrimonio, de las uniones homosexuales y de la madre que los parió. 

Teniendo en cuanta (que parece que no lo tengan, la verdad) que el celibato es una DECISIÓN de la Iglesia (con mayúsculas) de hace cientos de años, no algo que “dijo” Jesús, partimos de una base mala. No olvidemos que Jesús fue a visitar a la suegra de Pedro (el primer Papa, mister “sobre tu piedra construiré mi Iglesia” y blablablá). 

Por tanto, si el Papa tenía mujer -porque para tener suegra, mujer has de tener, eso no es muy discutible-,... ¿Por qué no se rebelan los curas contra el tema del celibato y nos dejan a los demás follar con quien nos salga de ahí?

En serio, es que es algo que no comprendo. Ni creo que pueda comprender.

Yo me rijo por la ley del “vive y deja vivir”. Tan sencillo como eso. Que, además, coincide y concuerda muy bien con la de Jesús, con la que hemos empezado este texto. Sí, hombre (o mujer, o transgénero o Nooka, si me escuchas, deja ahora mismo el Macbook, que me lo llenas todo de babas). La de “amaos los unos a los otros como yo os he amado”. 

De verdad, me he criado en un ambiente católico y, hasta que me di cuenta de que la Iglesia no aceptaba lo que para mí era natural, desde que la Iglesia empezó a meterse en algo que yo consideraba sano e inocente, no empecé a cuestionar si no iba a ser que era la Iglesia la que estaba equivocada. 

Y lo creo. El celibato es un invento. La actitud retrógrada es un invento. Las normas y doctrinas son un invento. 

Me encantaría poder gritar esto en una misa, la verdad. Pero como no puedo, os lo comento: Jesús, aquél con el que tanto se llenan la boca (figuradamente) aquellos que, muchas veces, también se llenan la boca (literalmente) de aquello que están criticando; aquél hombre, poniéndonos en la perspectiva de creer en su existencia, sacaría las metralletas (no los látigos como hizo en el templo,  porque tendría acceso a armas de fuego) y les diría a quienes gobiernan en “su nombre y el de su padre, que al mismo tiempo es una paloma, pero que es él mismo, uno y trino y hostia mira, paro que me mareo” que no sólo no han entendido lo que él decía si no que, además, han intentado aprovecharse y hacer negocio con su ideología.  

Jesús era un puto revolucionario. Era un zelote. Era un activista. Jesús quería cambiar el mundo. Quería mejorarlo. Darle a todos la libertad que las Escrituras del Antiguo Testamento habían confundido a los judíos. 

Jesús anuló el Antiguo Testamento y comenzó con el Nuevo Testamento. Y en ese texto, tras la exclusión de los evangelios apócrifos y todo aquello que a la Iglesia no le interesa, sólo me viene una frase a la mente: “amaos los unos a los otros como yo os he amado”

Coño, que yo no me meto con ellos ni con su vida -mientras no incumplan ninguna ley del Estado (aconfesional en el que vivimos, que no me he querido meter en ello, porque no acabo)-. ¿Por qué se tienen que meter con mi vida si no incumplo ninguna ley (del Estado aconfesional en el que vivimos, que no me he querido meter en ello porque no acabo)?

A todos, católicos, cristianos, agnósticos, ateos... Amaos los unos a los otros. Y por una vez no me refiero a que os pongáis a follar como si se fuera a acabar el mundo. Dejaos de odios y de “tú haces las cosas diferentes a mí y por eso lo haces mal”. 

Amaos los unos a los otros. ¿O tengo que empezar con el “amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”?

sábado, 4 de enero de 2014

Mufasa ha muerto (y no tiene pensado resucitar)




Mufasa ha muerto. Bestia se ha transformado en humano. Ariel decidió quedarse en tierra. Y, por más que nos pese, el malote de Aladdin se convirtió en príncipe.


Disney lo ha hecho todo. Y muy bien. Él solito consiguió elevar a "mejor película" un film de animación cuando era difícil, cuando sólo había 5 posibilidades. Oh, sí, 'La Bella y la Bestia'. Eran buenos tiempos.

Llegó la animación por ordenador... Y perdieron la batalla. Lo intentaron pronto con 'Dinosaurio' y no lo consiguieron. Y decidieron dejarles esa tarea a Pixar. Muy buena decisión, como productores. Muy mala decisión como animadores.

Pixar es el rey. Ha conseguido que niños y adultos se sienten alrededor de una película y la disfruten ambos. "Una película que quieres ver y a la que te llevas a tus hijos" es la descripción que doy de todas las películas de Pixar -dejando a un lado 'Cars' y, probablemente, 'Bichos', que no deberían haber hecho jamás-.

Disney intentó meterse en la animación por ordenador demasiado pronto. Y fracasó. Decidió volver a la animación tradicional. Y volvió a fracasar (¿hola, 'La princesa y el sapo'?. Se encuentra, como Nokia, en un mercado que ha dominado durante años pero en el que se ha quedado atrasado. Por más 'Lumia' o 'Tangled' que presente.

La última película de la factoría Disney que es propiamente Disney (la confusón Disney-Pixar con 'Brave'- 'Wreck it Ralph' la dejamos para otro día) ha sido 'Frozen'.

'Frozen' funciona perfectamente. Aúna los tesoros que todo niño y mariquita (los públicos objetivos de Disney, no nos olvidemos) quiere encontrar: dibujos entretenidos, personajes secundarios más que graciosos, canciones maravillosas... Pero flaquea en cuanto a algo que (casi) nunca ha fallado en las grandísimas producciones de Disney: el guión.

'El Rey León' imitó a Shakespeare, 'La Sirenita' destrozó se inspiró en el famoso famoso cuento de H.C. Andersen, 'La Bella y la Bestia' fue una fábula maravillosa con personajes ideales; y 'Aladdin' contó con uno de los mejores secundarios de la historia (el Genio) e hizo que muchos mariquitas lubricaran con un personaje canalla, pero sólo por las circunstancias.


Todo maravillosamente conjugado  y mezclado con canciones altamente pegadizas y voces, al menos en la versión original, reconocibles y deseables (por el glamour de Dior, que Scar es Jeremy Irons).



Con 'Frozen' pasa que notas que lo intentan: los personajes son entrañables, como Olaf y Sven -algunos están buenos que te cagas, punto para los gays-, las canciones son maravillosas -
 'Let it go' es desde el primer momento un himno gay hasta límites insospechados-,...


Pero le falta el guión.

Se nota demasiado que es una película para recoger uno/dos Oscars (mejor canción se lo lleva fijo, y no descarto el de mejor película de animación) y poco más. No tiene ganas de perdurar. No lo intentan, siquiera.

El hielo es frío. Y así son sus escenas. Sí, es cierto que te ríes. Yo, personalmente, me he enamorado de Sven y de Olaf. Y del rubio. Vaya rubio.


Pero así como con 'Hercules' me pasó que la redescubrí años después y entendí su rollito gospel (no disponible en castellano, por desgracia), creo que 'Frozen' pasará y el tiempo la enfriará (más).



Mufasa murió y todos lloramos. Pero el llanto conseguido por Andy regalando sus juguetes en 'Toy Story 3' jamás será comparable con la frialdad con la que "muere" la hermana de Elsa.
Disney ha muerto Y el nuevo rey es Pixar.

Es sólo que algunos aún no se han dado cuenta del todo.

martes, 3 de diciembre de 2013

¿En qué pensaban mis padres? No, en serio, ¿en qué pensaban?

Aparco la subnormalidad profunda que me ha caracterizado en estos últimos posts para investigar la educación que de la que me han provisto mis padres. Al menos, la dejadez que han tenido para darme una educación musical. O la permisividad de permitirme escuchar, con menos de 10 años, reiteradamente hasta tener que comprar 3 veces el cassette -sí, yo soy de la época del walkman y el casette y rebobinar con un BIC cristal escribe normal- a Alex & Christina.

Cassettes

Porque, así os lo digo, mamá y papá: hay cosas que un niño, con  siete añitos, no debería escuchar.

Porque, vamos a ver: el primer disco vale. Tiene un par de canciones que tal -como "A media luz", en la que le reconoce al novio que le ha puesto los cuernos con su mejor amigo y encima le dice que es un soso en la cama, de paso-. Pero básicamente es "Chas y aparezco a tu lado" y poco más. 

Bueno, sí, está la canción "Mil cambios de color", que es una monada de tema y que habla poco de sexo. Pero ahora entiendo por qué lo de mis "días blancos" cuando estoy como una perra en celo...

Pero en fin, a lo que me vengo a referir es al segundo disco: El Ángel y el Diablo.


Como veis, la portada no auguraba nada bueno. Qué mal hicieron los 90 y qué poco se habla de ello

Pero vamos a ver, padres, ¿que no veíais ya que con el estilismo de la portada no era para mí? ¿QUÉ NO LO VEÍAIS?


Pero es que el track list no tiene desperdicio:


Cara A
  1. El souvenir: Canción que habla sobre una tía maltratada que decide volar la casa de su chico y escapar
  2. Sylvia cometió un error: Canción en la que le dicen a una tía que se arrastre por un tío y que pierda la dignidad por amor. De la cosa esta de que vayan juntas ya no digo nada, porque estuve como hora y media pensándolo ayer.
  3. Pimienta y sal: He de reconocer que me encanta. Pero habla de que hay que pelearse y poner un poco de "chicha" a una relación y dejarse de chorradas de amor. A ver, que tienen razón, pero... 
  4. No tengo miedo: UN PUTO COÑAZO DE CANCIÓN QUE  PARECE UNA NANA PARA UNA NIÑA MOÑAS.
  5. Me aburro: Otro truñazo, la verdad. Pero mira, es la que cantaba cuando mis padres me castigaban a "mi cuarto". no me extraña que mi padre me diera de vez en cuando un soplamocos. Me lo merecía por cantar esto.
Cara B
  1. El ángel y el diablo: Comenzamos con la cara B. Esta canción va sobre una tía que es un poco zorra (yo diría que ninfómana), pero que por amor lo contiene. Creo. No lo tengo muy claro.
  2. Sé que sabes que yo sé: ESTO ES DE VERGÜENZA: O sea, una tía se mete en una mesa en la que está su ex con una tía y le zorrea hasta que él, salido perdido, le pide otra cita. "Sé que sabes que yo sé lo que (aaaaaaaah) me quiere hacer". Vamos. VAMOS.
  3. Mi revolución: Esta es la más salvable. Es muy bonita. Es muy de gente que quiere revolucionarse pero no tiene ni idea por qué tiene que revolucionarse. Muy yo.
  4. Duérmete ya: es una de mis prefes. Pero habla de dos personas que le están poniendo los cuernos a sus parejas por una guerra. Y en forma de nana. ¡QUE LA USABA PARA DORMIR!
  5. Dulce maldición: Este es mi 'guilty pleausre'. Habla de una tía que se ha enamorado y que lo que quiere es desenamorarse y no sabe cómo. Y una hechicera le dice QUE SE LO FOLLE durante 20 días. Vamos, superrecomendable para un infante.

Vale, que no estoy hablando de que el disco sea mejor o peor. Me gusta. Me lo sé casi de memoria. He crecido con las canciones y oye, se les coge cariño.

De lo que estoy hablando es de:


PERO ¿QUÉ COJONES PENSABAN MIS PADRES AL DEJARME ESCUCHAR ESTO? QUE TENÍA ENTRE 7 Y 10 AÑOS CUANDO LO HACÍA.

Entre "... él tenía a alguien esperando y ella a alguien a quien esperar" y luego "tras horas de hacer el amor, el cansancio les venció a los dos"; o "síguele, llámale y arrástrate, antes de que sea muy tarde ya",... Al final voy a tener que ir al psicólogo por haber escuchado esto en mi infancia y no por lo pavitonto que he sido últimamente. O igual una cosa viene determinada por la otra.


En fin, que el consejo de Flanny (#FlannyConsejo gratuito de hoy es: Papis, escuchad atentamente lo que oyen vuestros hijos. Que no se darán cuenta ellos, pero les puede joder la vida pero bien. Besis.



Y os dejo, que tengo un asunto peliagudo entre las manos.











martes, 26 de noviembre de 2013

Cambio de tercio (ponme uno de San Miguel fresquito)

Acabo de enterarme de que un tuitero conocido de un conocido se ha suicidado esta noche. Una vida que ha decidido poner fin antes de lo que le correspondía.

En momentos como éste, aunque me pille bien lejos, a mí me da por plantearme las cosas de otro modo.

Mentiría si os dijera que no he tenido pensamientos suicidas nunca. Creo que han sido tres o cuatro veces en los últimos años y siempre durante unos 10 segundos. El motivo por el que no lo hago es siempre el mismo: es para siempre.

 [De hecho, en mi grupo de amigos tenemos este dicho: Lo malo del suicidio es que es pa siempre. Si no, yo me habría suicidado muchos lunes].

Y es que, pese a lo pesimista que parezco en estas últimas entradas, siempre pienso que todo irá a mejor.

Hace unos días, tras una conversación con un tuitero al que cada día tengo más claro que puedo llamar amigo, se me ocurrió este post triste y tremebundo. Un post que no debería haber escrito aquí, pero que me vino muy bien porque me leyeron dos o tres personas que me dijeron las cosas claras. Y me ayudaron. Vaya si me ayudaron.

Pero el problema no es que no tenga ayuda. El problema está en mí, que no me quiero. Pero después de conocer este terrible suceso del tuitero suicidado, la verdad es que no estoy tan mal.

En antecedentes: Este ha sido el peor fin de semana de mi vida. De verdad.

Empezó el viernes cuando un tío del que llevo obsesionado 5 meses me dijo que jamás le había gustado, que sólo le había caído bien pero que nunca le había gustado (¿os acordáis?). Y me lo dijo por Whatsapp. De la manera más cobarde que hay:


Y terminó con unos desagradables bichitos por mi cuerpo que han hecho que me haya tenido que depilar de cuello para abajo y un robo con incendio en la joyería de debajo de mi casa que me impidió dormir hasta las 6 de la mañana (me levanto a las 8, así que imaginad el plan).

En medio, hubo una borrachera con un líquido que debe ser el semen del Diablo, la decisión de pintarme la cara con pintauñas rojo y la peor decisión después de limpiarme las pinturas con amoniaco, con la consecuente quemadura química en la cara posterior (las fotos, en Instagram, que no quiero que por aquí os asustéis).


El domingo terminó con los dichosos bichitos que hacen que ahora parezca un pollo preparado para la paella (y qué pollo más jugoso, vamos) y un robo- incendio justo debajo de mi casa que me tuvo en vilo hasta las 6 de la mañana.

Riesgo de que nos evacuaran no hubo, pero ruidos, comentarios, rapidez y golpes -el robo fue a una joyería y hubo que contar muchos daños y muchas pérdidas pero, afortunadamente, yo sólo me llevé un enorme susto y una falta de sueño que aún acuso-.

Total, que pese a que este haya sido, con nota, el peor fin de semana de mi historia (de lo que llevo de historia, que son sólo 31 añitos), me ha hecho plantearme que, por fuerza, tienen que ir a mejor. Y que si lo están es el momento ya de dejar de revolverme en la mierda (que se pueden coger todo tipo de infecciones) y empezar a tirar para arriba.

En primer lugar, si no me quiero es porque no estoy haciendo nada por quererme. ¿Que he engordado? Sí, claro. Porque estoy comiendo como una mala bestia y sin control. ¿Que podría dejarlo? Sí. De hecho, debería. Así que tengo que idear un plan para perder como unos 5 kilos antes de Navidades, volver a engordarlos (y que no sean 25 kilos los que tenga que perder después) y en enero empezar a comer más sano (que no dieta) y a hacer ejercicio.

Aquí pasamos al punto dos. ¿Ejercicio? ¡Pero si me muevo menos que los ojos de Espinete! Vale, es cierto. Pero si durante un año he ido regularmente a la piscina y me hacía 1.500 metros en menos de una hora sin cansarme, pues quizá ha llegado el momento de volver. Que sí, que no es lo mismo sin Lorena Pardo. Que no es lo mismo en Valencia que en Castellón (la piscina de Valencia es cutre hasta decir basta),... Pero ya basta de excusas.

Puedo llegar al curro a la hora que me salga del nabo. Y más si estoy haciendo ejercicio. La piscina abre a las 7.30. Puedo ir perfectamente antes de ir al despacho. Y me sentiré mejor. Por lo menos no me quedaré en casa sin hacer nada, viendo series y esperando que llegue la hora de la cama sin tener sueño, pero teniéndome que meter en ella (lo que es igual a tomar Marilynes). Es un paso.

Con respecto a que nadie me quiera... ¿Para qué? Si luego no me voy a querer yo, esto va a ser un desastre. Primero tengo que quererme yo. Así que voy a hacer caso al señor Salmorejo y me voy a querer cada día unos 10 minutos. Por la mañana y por la noche. A ver si así me voy mentalizando.

Quiero decir, tengo ojos verdes, soy alto, con espaldas, tengo una barba tricolor preciosa y, cuando tengo, un pelo en el pecho que no es ni muy asquerosamente frondoso ni ridículo en plan 4 pelos mal puestos.

En definitiva, mal no estoy.

Así que tengo que aprender a quererme como soy. Y luego ya mejorarme si hay cosas que mejoraría. Pero no puedo esperar encontrar a alguien que me quiera por mí. Esa faena es mía. Lo que tengo que encontrar es a alguien que quiera conmigo. Que me quiera conmigo y al que querer con él. 

Por eso, y porque no me gusta el sexo vacío y sin sentido en el que un hombre se convierte en una serie de agujeros donde meter el rabo, he decidido que voy a dejar de buscar. No más #UnNovioParaFlanny o #QuiénQuiereCasarseConMiFlanny en Twitter. Es gracioso, pero no sirve para nada, porque siempre acabo rechazándolos. O me conocen, ven la autoestima de mierda que tengo, y se asusten y se van. Que no les culpo, eh? Yo también lo haría. De hecho, lo he hecho.

Ya no quiero que alguien me deje que le quiera. Quiero a alguien con quien quererme y con quien quererle. 

Ya veremos cómo va la cosa. 

Y me despido, como hacía tiempo que ya no, con maromazos. Un segundo, que los busco (¡ahora con tumblr es facilísimo!)












miércoles, 13 de noviembre de 2013

¿Que cómo me encuentro? Pues mira, verás...

Hay conversaciones que por muy simples que parezcan, te pegan en la patata sin que te des cuenta siquiera hasta un rato después. Una de esas conversaciones la tuve anoche, por DM (mensaje directo de Twitter, novatos) con un amigo al que le pondremos el nombre de Salmorejo. Salmorejo es un niño al que yo conocí muy triste, muy deprimido,... muy mal durante mucho tiempo. Dice que su problema era que no sabía si podía valerse por sí mismo. Un día, se lió la manta a la cabeza y se piró fuera de su ciudad.



A día de hoy, poco menos de un año después de su partida, es un hombre nuevo: es feliz, tiene un trabajo que le llena, un techo en el que comparte su vida con la gente que quiere,... Y un novio, pero eso creo que es lo que menos viene al caso. El novio vino después de encontrarse como se empezó a encontrar.

Salmo me dijo ayer (pocas veces hablo por DM de algo que no sea cerdear, porque me conozco) que igual el problema lo tenía yo y que no tenía que plantearme hacer como él y darme la vuelta al mundo para mejorar.

Su problema era de ansias de madurez. Mi problema es sólo de autoestima. O de la falta de ella.


Desde hace algo así como desde siempre, mi autoestima debe de haberse ido de paseo, porque no la encuentro. Por más que intento sentirme atractivo, por más que intento arreglarme, vestirme, aparecer seductor,... Cuando me miro al espejo sólo veo a un tío gordo, triste y solo. Solo como en el único que queda en mi vida. Solo nivel isla desierta.

En Twitter recibo muchos halagos. Entre cinco mil y pico followers hay muchos y muchas que me dicen cosas como "qué guapo", "estás muy bueno", "te daba", "casémonos",... Pero Twitter es un mundo 2.0 en el que las cosas se dicen en seguida. Es una suerte de Gran Hermano voluntario donde los nerds del cole, los que nos llevábamos las collejas, somos ahora los guays y nos decimos cosas como esas. Halagos, piropos, burradas,... Siempre desde el anonimato que nos da un avatar cachondo. El mío es un minion, por ejemplo.



No estoy menospreciando a Twitter, que nadie se lleve a engaño. De hecho, es un arma para no pensar y, como tal, me viene viene bien para poder pasar el día con una sonrisa. Me hace reír y me eleva un poco el ego. Que no es decir mucho porque está pisoteado por mi propia autocondescendencia, pero bueno, algo es algo.

En fin, que me estoy desviando: Salmo me estuvo comentando un par de cosas y le confesé, un poco porque sé que está lejos y otro poco porque sé que no puede hacer nada, que no me permito a mí mismo pensar.

¿Que cómo lo hago? La verdad es que se ha convertido en algo sencillo:



1. Siempre que estoy en casa (demasiado tiempo a la semana), lo paso viendo películas, series, tuiteando o cocinando. Esas 4 acciones me impiden pensar en todo momento.

2. Utilizo pastillas (fuertes) para dormir. Un lorazepam y listo. 10 horas de sueño sin siquiera soñar.

3. Me rodeo de gente insustancial. O de gente importante para mí pero que está junto a gente insustancial. Esto me pasa ahora mismo con mi amiga Let, a la que adoro, pero con la que no puedo tener una conversación seria porque siempre hay alrededor novios, novias, amigos, amigas, drogas, alcohol y fiesta.

4. Me obsesiono por cosas muy tontas, como por ejemplo el Perrito Aéreo. Este chico con el que he pasado un verano maravilloso y del que parece ser que me he decidido enamorar para poder tener una obsesión que, en el fondo, sea sencilla de mantener. Esto me permite estar triste porque no le tengo y rabioso porque la "ruptura" fue inconclusa. Y aunque se trate de un niñato (no un niño, no, un niñato) de 20 años que debería estar besando el suelo por el que piso por cómo le he tratado en estos meses; la verdad es que prefiero ser yo el dejado porque así me puedo rebozar un poco más en mi mierda y no pensar en los problemas importantes.



Ahí van 4 cositas que hago para mantenerme ocupado y no pensar en las cosas importantes de mi vida, a saber:

1. Me siento como una mierda andante y, lo peor, me da un pereza máxima cambiarlo. No tengo ganas de salir, no tengo ganas de socializar y no tengo ganas de evitar sentirme así, en definitiva.

2. He llegado a tal punto de autoconvencimiento de que no valgo nada, que cualquier piropo, actitud positiva, acercamiento o mimo me lo tomo como que la otra persona está haciendo un esfuerzo sobrehumano por acercarse a mí, a pesar de darle asco (podría ser una gran parte del anterior punto 4, pero también creo que el Perrito Aéreo no llega a tanto; simplemente quería aprovecharse algo que aún no sé y no le salió como esperaba).

3. Últimamente me estoy tapando, más que vistiendo. Repito pantalones hasta 5 días, me pongo lo primero que pillo, combine o no combine,...



4. Me ducho por desinfectarme, no para estar más atractivo. De hecho, hace meses que acabé el bote de champú bueno y sobrevivo con el de los hoteles. Total, limpiar, limpian igual, ¿no?

5. Me corto el pelo yo mismo porque sé que así no me va a quedar del todo bien y voy a tener una excusa más para sentirme feo.

6. Bebo. Bebo cerveza (lo cual sé que me hincha y no va a ser nada positivo para conseguir un cuerpo que no dé asco) y cuando salgo, bebo hasta que los pensamientos, que no paran de dar vueltas durante la primera copa, se ahoguen y sólo digan tonterías. No estoy en el punto de encontrarme bebiendo solo todas las tardes. Pero ya estoy alertando a mis amigos de que voy a beber mucho cuando salgo y que voy a decir muchas tonterías. No se preocupan mucho porque saben que me "hace falta, porque es que así no pienso...

7. Todo esto no se lo puedo contar a nadie porque tengo un problema (añadido): durante muchos años fui el objetivo de las bromas y las collejas hasta bien entrada la adolescencia y dije que cuando saliera de allí sería el fuerte. Soy el pilar para muchos de mis amigos que me cuentan sus problemas y sus movidas, y yo no quiero cargarlos con más.

Por todo esto (aunque hay más cosas, pero no dependen exclusivamente de mí) puedo decir que como realmente me encuentro es "al borde". No sé a qué borde, pero al borde de algo. Y lo peor, no sé cómo remediarlo.

Salmo me decía (o mejor se lo decía yo a él) que tenía que ir pasito a pasito. Pero ¿cómo se gana uno amor propio pasito a pasito?

Sé que soy buena persona, pero eso no basta.
Sé que tengo buen corazón (a veces), pero eso ya no le importa a nadie.
Sé que yo una persona a la que merece la pena conocer y querer, pero ¿cómo va a ser alguien capaz si no hago más que echarles?
Sé... Sé muchas cosas, pero no me sirven de nada. Sigo sintiéndome una mierda de persona. No me extraña que el Perrito Aéreo no quisiera nada conmigo. No me extraña que nadie lo quiera, la verdad. Soy una carcasa y, encima, de las feas.

Y por eso estoy volviendo a mis rutinas. Permito que todos se metan conmigo de broma, aunque me duelan y cada vez me sienta peor por escucharlos. No lo hacen a mala fe, claro. Y por eso no debería enfadarme. Y no me enfado. Simplemente lo guardo en el frarquito de "cosas que abrir cuando estoy solo.

A veces me hace falta gritar y llorar. Pero me da miedo no poder parar de gritar y llorar. El sábado tuve un pequeño atisbo y me asusté. Porque empiezo a decir tonterías y yo mismo me doy cuenta de lo son. Pero están dentro de mí y necesito sacarlas. Alguien me dijo una vez que no llorara solo. Pero ahora ese alguien no está disponible y no quiero llorar si no está ella.


Así que que me llamen calvo, gordo, que me desprecien por maricón y, sin enterarse, me hundan un poquito más donde estoy. No es que esté intentando salir y que me hundan. Es que estoy ahí, parado, aguantando los golpes. No duelen porque estoy acostumbrado.

No quiero la compasión de nadie. No la necesito. Ya me autocompadezco lo suficiente yo. Y tampoco sé si quiero el cariño de otros, porque eso no me va a ayudar en mi cariño propio.

No sé, ¿cómo lo explico? Es como cuando entro a algún perfil de los de follar: yo no soy una persona de follar por follar. Aunque me encante el sexo y más si es con alguien que me atrae y, lo más difícil, que yo le atraiga. Entro, mareo y salgo, porque me da mucho miedo que alguien venga y me diga "uf, es que no eres lo que tenía en mente. NEXT". Eso pondría un clavito más en mi ataúd y no me apetece sentirme más ahogado.

Por eso vuelvo a esta plataforma. Porque sé que no me lee nadie ya. O que no me lee quien no debería. Y puedo sentirme libre de nuevo.

No me gusta mi vida pero me he comprometido a estar aquí y tengo que estar, al menos, hasta que vea que puedo irme. Y cuando me vaya, será demasiado tarde para muchas cosas. Pero espero que no lo sea para poder comenzar a trabajar en mí.

De hecho, creo que esto que estoy escribiendo me está sirviendo para pensar en mí. Por lo menos, para dejarme claro lo patético que soy y las tonterías que estoy diciendo. Que son muchas y que guardaré para ponerme mi sonrisa en un momentito. Pero es que aunque sean tonterías, son mis tonterías. Y unidas son más fuertes de lo que parecen por separado...



Debería estar feliz. Pero no lo estoy. Y hace tanto que no lo estoy que ni siquiera recuerdo qué se siente al serlo.

No sabéis lo triste que es eso.