miércoles, 20 de septiembre de 2006

El valor de la mentira (o la devaluación de la verdad)


Esto me pasa por ser sincero... Si es que no se puede decir la verdad.

La verdad está sobrevalorada, como la validez como comentarista de un participante de Gran Hermano. Sobre todo, porque cuando quieres ser sincero con alguien, del todo, acaba por creer que no le dices la verdad. Así de raritos somos los humanos. O seremos sólo los hombres...

Empiezo a creer que lo más inteligente, a veces, es callarse. Es una variación de una frase de Nobel (tabaco que tengo encima de mi mesa), pero me viene muy al pelo. Porque si quieres ser sincero con esa persona, hablar, hablar y hablar y no tener secretos -puede que se te escape algo por la "memoria pez", que no por malicia-, resulta que cada cosa que le dices mina poco a poco la confianza, en lugar de afianzarla.

Y sólo se recuerdan las cosas dichas para no hacer daño, en momentos en los que no se puede decir la verdad porque es un puñal que se clava en el centro del corazón. Y es lo que más se considera mentira, cuando, pasado el tiempo, se puede reflexionar y considerar que es más valioso el ser sincero que el no hacer daño, porque uno, en su inocencia, piensa que será mejor.

Y entonces resulta que se vuelve contra ti el resto del tiempo. Porque la memoria, para algunos, sólo sirve como termo. Para guardar caliente lo ocurrido y hacer daño, consicente o inconscientemente, en los momentos que menos lo necesitas...
O quizá todo esto sea solo que se acerca el 31 de Octubre...

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