sábado, 14 de julio de 2007

A salto de mata (o matojo)

Lo primero, he de reconocer que esta entrada estará sugestionada por Funkmenco, de Naím Thomas. ¿Qué queréis que os diga? En verano, como mis amigas saben, se me reblandece el cerebro y todo me gusta.

En fin...

Hoy me he dado cuenta de que no sólo he tenido un salto generacional con respecto a mis padres, no. Lo de mis padres lo veía "normal" -dos heterosexuales de más de 50 años que se vuelven locos el uno por el otro como el primer día, pues no es muy normal, pero como he crecido con ellos-.

Pero después de una noche de verbena comunal (que hacía más de 10 años que no había en mi parcela), me he dado cuenta de que mis padres son un salto evolutivo de gigante. Como si un Tiranosaurio se encontrase con una gallina de repente.

De la generación paterna, en la que el sexo era más que un tabú, algo inexistente en las conversaciones (incluso entre las de los amigos íntimos, de ahí la carencia) hasta la apertura sexual de nuestros días -de la generación del 82 como máximo, que lo demás, para qué engañarnos, es putiferio-, en la que el sexo es una cosa normal, de la que se habla y con la que se aprende en una simple conversación; creo que nos hemos saltado una generación, la de 10 años menos que nuestros padres y 15 más que nosotros, más o menos intermedia, en la que de lo que se habla es de lo que no se hace.

Me explico: hoy he pasado la noche con gente de alrededor de 400 años. Ellos, borrachos como cubas.

Ellas, contentillas (aún conservan las normas clásicas del alcohol en mujeres). Y yo, como un pulpo en un garaje -con la salvedad de uno de los vecinos, que me pone desde que llegó y al que le he seguido toda la noche, intentando en vano que se fijase en mí-.

Cuando me comentaban que el sexo oral en sus relaciones es nulo, mi cabeza ha comenzado a dar vueltas como la niña de El Exorcista (más, al tener en cuenta el "espacio inexplorado" de mi vecino, que cada vez que lava el coche tengo una fantasía sórdida).

Y lo hablaban tan normales. "A mi mi mujern o me ha hecho una limpieza de sable en la vida" (en seguida he entrado yo a decirle que hablara de 'daga', que daba menos impresión de falsa modestia). "Bajarse al pilón? Eso mi mujer no me deja!".

Señoras y señores... ¿Qué? ¿Existe un mundo anterior al nuestro en el que el sexo oral no forma parte de la vida secual de los cónyuges? Es algo que no me explico.

Había una que llegó virgen al matrimonio (que con 30 años, es algo curioso, al menos). Mi vecino, el pobre, no había sentido una boca alrededor de su pene nunca en la vida. "Ni cuando estuvimos en París, que me lo prometió"... Y eso que su mujer me ha confesado que le gusta el sexo "más que rascarse a gusto".

Hoy me he dado cuenta de que nuestra generación se ha liberado, por fin, de los prejuicios de una sociedad marcada por "las mujeres de vida alegre" o las "señoritas que fuman y hablan de tú a los hombres".

El sexo oral forma parte de nuestras vidas, o de la mayoría de nosotros, y no nos avergonzamos de reconocer que lo hacemos. Al menos yo. Y mis amig@s, creo.

Es algo que me fascina, lo de los saltos generacionales. Ahora comprendo el porqué del abismo entre mis padres y yo...

2 comentarios:

Queer Enquirer dijo...

Por eso ahora las maricas follamos antes. Antes era más fácil camelarte a un hetero. Le decías "venga, te la chupo que nadie se va a enterar" y el tío se dejaba. Ahora que las nuevas generaciones de mujeres van por ahí tragando pollas a todas horas nos lo han puesto más difícil para aprovecharnos de sus novios/maridos.

Anónimo dijo...

jo, pues se están perdiendo una parte divertidísima del sexo. así están siempre de mal humor, claro, no me extraña.