martes, 5 de noviembre de 2013

Querido Samuel:

Mi querido Samuel:

Déjame que empiece contándote cómo va a terminar esta historia. Ya sabes que siempre he tenido un poco de adivino y, unido a que siempre acabo enterándome de todo y a que te conozco de ya más de diez años, me dan para poder echarme el moco un poco. La cosa será más o menos así (ejem, ejem):

"Dentro de como mucho 10 meses, Julio se va a enterar de que le has puesto los cuernos. No sé si se los has puesto aún -que me figuro que sí, por detallitos que luego te explicaré- o no, pero de aquí a 10 meses lo habrás hecho y, lo que es peor, se habrá enterado. Y entonces te echará de casa. Así, sin explicaciones. Te dejará con una mano delante y una mano detrás. 

Es posible que, si conoce tus números secretos, te vacíe la cuenta antes -al fin y al cabo, él te ha dado curro durante todo este tiempo y tú le has engañado, por lo que podrá quitarte todo lo que tienes y que no mereces porque no le has sido fiel-. Y te verás casi con 33 años (este hecho es muy importante, puesto que será también el detonante de por qué le pongas los cuernos), sin trabajo, sin dinero y en la calle. 

Será en ese momento cuando te acuerdes de lo que has abandonado. Y uno de nosotros tres -no quiero dármelas de chulo, pero diría que yo por posibilidad de acogida, D. por posibilidad de compañía y E. por posibilidad de largo plazo- recibiremos una llamada tuya. Esa llamada estará envuelta en llantos y desesperación, en rabia y en "no lo entiendo". Una llamada como tantas otras nos has hecho en tantas otras ocasiones en las que ha ocurrido lo mismo. Y entonces..." Y ahí se acaba mi capacidad adivinatoria.

No, queridísimo Samuel, ya no sé qué pasará. Siempre he pensado que eres como un cachorrito y que, cuando te meas en la alfombra, se te pega con el periódico mojado en el hocico y a otra cosa, mariposa. Vamos, que no se puede estar siempre estar enfadado contigo.

Pero, mi querido Samuel, esta vez no eres tú quien habla. No eres tú quien actúa. Y, por tanto, ahora sí que puedo enfadarme. Bueno, mejor dicho, decepcionarme.

No puedo hablarte del futuro porque, si bien sé que todo esto que te he descrito antes pasará, no ha pasado todavía. Pero sí puedo contarte un poco de tu presente. De lo que está pasando. Porque tenía mis dudas, pero ahora lo tengo claro.

Siempre has tenido una querencia a "enamorarte" de hombres que te anulan. Te pasó con ese chico feo de las gafas que nunca recuerdo su nombre, te pasó con Esteban y su empresa de jardinería,... Es un patrón, vaya. lo rompiste con D. y perdiste la oportunidad de estar con un hombre maravilloso porque intentaste ponerte en el otro lado, de anularlo a él. Y D. no se puede anular tan fácilmente. Sólo si él quiere (y ojo, también lo hizo, que no es perfecto).

Pero con éste te has lucido, querido Samuel. Porque éste te ha anulado completamente. Julio te ha comprado, más que ganado. Ahora casi eres suyo. Cada día más cerca de "sin el casi".

Piénsalo bien, mi querido Samuel: vives con él en una casa que paga principalmente él porque tiene más y mejor sueldo, trabajas en su empresa contratado por su padre y su tío, vistes su ropa, comes la comida que compráis juntos (con su tarjeta), sólo te relacionas con los amigos que él quiere y la familia que él considera que es buena.

No dudo que Julio te quiera, Samuel. Pero como sinónimo de poseer. No le culpo, tiene buen gusto y eres guapo. Y Julio, cuando quiere algo, lo paga. Pero eres eso: algo más que poseer.

Ten cuidado, por favor te lo pido, mi queridísimo Samuel. Ahora no voy a estar para poder hablarte y hacerte entrar un poquito en razón. Para que saques ese Samuel que tanto quiero y que, aún algunas veces, se plantaba delante y decía que ya. Tú has decidido cerrarte en banda y creer lo que te dice Julio a pies juntillas. Y sé que ese camino acabará como arriba he descrito. Han sido muchos años y te conozco mucho más de lo que te crees. Peor ahora estoy fuera de juego -jamás pensé que usaría esa analogía- y no puedo hacer más que mirar desde la barrera -y van dos-.

Así que precaución, ánimo, suerte y espero que te des cuenta, no demasiado tarde, de que estás metiéndote en la boca del lobo.

Sólo me queda una cosa por comentarte: ¿por qué sospecho que ya le has puesto los cuernos? Pues verás, es una cosa muy sutil: cuando estábamos en el coche volviendo a casa tras el siroco de tu señor esposo me dijiste: "pero ¿cómo voy a ponerle los cuernos estando él delante?". Y ese "estando él delante" es muy definitorio, mi querido Samuel. No es un "no le pondría los cuernos nunca". Es un "ganas no me faltan, pero no me deja suelto". Es una y otra vez volver a lo de siempre.

Ya hablaremos dentro de, como máximo, 10 meses. Y aunque no sé cómo reaccionaré, te pasaré este link para que, por lo menos, sepas que este cuento ya me lo sabía.

No te digo esto porque no te quiera, Samuel. Precisamente te lo digo porque te quiero.

No hay comentarios: