
Hace mucho, mucho tiempo, en el mundo reinaban las clases. Si me remonto a mis años de Historia, la asignatura, no el relato de mi vida, recuerdo que en la Edad Media, sobre todo en la Baja Edad Media, reinaba el sistema de clases, con sus señores feudales, sus vasallos, el clero que, como siempre, iba a distinto compás que el resto de la humanidad, los campesinos... En fin, una sociedad en la que igual te daba esforzarte o no. Al final, lo único que importaba era en qué estamento (qué palabra más poco usada hoy en día y qué definitoria que es) habías nacido.
Hoy me he ido de fiesta, que no tiene nada que ver con lo que acabo de escribir, pero que en realidad está muy en unión con lo arriba descrito. Estaba yo en ADN (parece que le hago publicidad, pero es que últimamente mis amigos sólo me llevan a ese pub), cuando he empezado a mirar a los hombres que me rodeaban -lo que tienen los bares "de ambiente" (¿qué significa eso?) es que hay muchos más hombres que mujeres- y me he dado cuenta de que sólo se miraban dependiendo del nivel en que estén. Los musculados sólo miraban a su alrededor en busca de otros "gymqueens" -cuánto daño me ha hecho "El Club de los Corazones Rotos"...-, los delagitos, a otros fideos,... Cada uno en su casa y Dios en la de todos, que diría mi madre (esa gran filósofa).
Yo no me encuentro en ninguna clase "estamentalizada" (si acaso en los de abajo del montón, pero tengo que cambiar eso de mi cabeza9, así que me dedicaba a observar (con ánimo puramente científico, para poder escribir luego lo que estoy escribiendo), y os garantizo que así ocurría. A ningún hombre le apetecía probar lo que no era él mismo.Lo único que parecía interesarles era sentir contra su cuerpo algo similar a sí mismos, para saber qué se siente estando con él mismo. En fin, un lío.
Para demostrar lo evidente del caso,os contaré que uno de mis amigos, un bombón de niño que se tiene en muy baja estima, ha curzado la línea que separa los estamentos, las clases. Sí, esta noche, mi amigo, el hombre por el que muchos de los "del montón" hemos suspirado, suspiramos o suspiraremos, ha besado (durante un largo rato, dicho sea de paso y para mayor asombro de los presentes) a un hombre que, sgún los parámetros gays, no le hacía justicia. Y no es que fuera feo, si no que que, simplemente, no era de su misma "clase gay". Bueno, mis colegas (mis acompañantes de fiesta, que no mis amigos íntimos) se le han echado al cuello. Y yo reconozco que también he criticado, o comentado constructivamente, mejor dicho, la extraña situación que se desarrollaba ante mis ojos. Y ahora mismo me avergüenzo, un poco, de ello.
No voy a ser tan manido de utilizar la expresión "la belleza está en el interior" o cualquier frase Disney (registered Trademark, por si acaso) de mercadillo. Pero sí que tengo que decir que, aunque sea difícil comprenderlo, las clases en el físico no existen. Sé que algunos pensaréis que acabo de descubrir Amércia en el Atlas, pero es cierto. La gente debe quitarse las etiquetas... Bien es cierto que, en el mundo gay, las apariencias son importantes (pero si hasta un amigo mío de la infancia se mata en el gimnasio porque le gustan los hombres musculados y ha dejado de depilarse el pecho porque le excita el hombre peludo!), y en el hetero también, no vamos a engañarnos, pero no debemos dejarnos guiar sólo por eso.
Lo digo porque seremos más felices. Porque buscando la belleza se puede encontrar en casi cualquier persona. El que no tiene unos ojos bonitos, tiene una sonrisa encantadora. Y el que no, engrandece su atractivo gracias a su personalidad. No todos somos Angelina Jolie, Brad Pitt o Jesús Vázquez -hombre que desde aquí propongo que se le niegue casarse, porque debería ser accesible a todo el mundo o a ninguno-; y por eso tenemos que saber bajarnos del pedestal en que nos encontramos (o salir del hoyo en que nos hemos metido solos) para reivindicarnos como bellos. Porque todos tenemos algo que destacar. Y seguro que, si lo hacemos, estaremos más seguros de nosotros mismos y, por consiguiente, más abiertos a ganarnos el afecto, el cariño, las miradas o la atracción de los demás. Y si no, siempre nos queda el consuelo de pensar que ellos se lo pierden...
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