
Sé que mis amigos, si alguna vez leen esto, van a empezar a reírse hasta llorar, pero después de horas y días acostándome a las cinco de la mañana, puedo decir algo con toda certeza: Odio Dawson Crece.
Bueno, la verdad es que necesito una explicación aquí: no es que odie la serie en sí. De hecho, me parece un culebrón adolescente muy bien hecho, con unos personajes que me llenan -quizás a veces demasiado, por lo farragoso de sus speeches- y una trama que engancha. Pero anoche, en un momento de lucidez, descubrí que es una serie que no deja evolucionar a quien la ve.
Los personajes se persiguen unos a otros desde la primera hasta la sexta temporada, de tal modo que los amores se convierten en obsesiones. Tras cinco años de vida, separaciones, reencuentros y vuelta a seperarse, la mente de los personajes no cambian ni un ápice. Los guionistas intentan hacernos ver que maduran y mejoran como personas, pero no es cierto. Al final, siempre vuelven a lo mismo: Joey. Joey es un personaje que adoro (que no así a la actriz que lo interpreta, Katie Holmes, de la que estoy un poco hartito, con tanto bombo por su relación y embarazo con y de Tom Cruise), pero ser tanto el centro de la serie reduce todo el encanto a quién se quedará con su amor.
En el fondo, me duele ver la serie del mismo modo que me encanta porque, como me dijo una persona muy especial para mí: la serie perjudica seriamente el estado mental de quién la ve. Es verdad. Viendo Dawson Crece no puedo evitar pensar en todo lo que he dejado escapar y que no he luchado por recuperar. Me da miedo evolucionar, porque pienso que no evolucionando se puede llegar a la madurez del mismo modo. Y eso noe s bueno.
Los cambios son siempre positivos. Aunque el cambio sea para peor, siempre es mejor que quedarse estancado. La vida está para decirnos si el cambio deberá volver a realizarse o no. Pero no es bueno quedarse como uno estaba. Hasta la reina roja de Alicia a través del espejo (la poco conocida segunda parte de Alicia en el País de las Maravillas), le decía a la protagonista que hay que correr mucho sólo para quedarse donde uno está. Este fenómeno, presente en la ciencia hasta tal punto que es una teoría de la evolución de las plantas prehistóricas (lo leí en El Mundo Perdido, de Michael Crichton), ya aventura que es necesario cambiar incluso si lo que quieres es mantener tu posición. La vida te hace tener que ser más agresivo, aventurero, arriesgado,... para poder mantenerte en tu puesto, quedarte donde estás.
Sin embargo, esto no pasa en Dawson Crece. El protagonista, Dawson, tras cien capítulos (justo el que me ha hecho darme cuenta de todo esto), aún se las arregla para hacer veintiséis horas de coche sólo para volver y declararle su amor a Joey. Mientras Joey está conociendo a un nuevo hombre en su vida, por cierto. Esto no debe ser sano... Y sé que aún quedan treinta capítulos, en los que irán creciendo de edad pero no evolucionando mentalmente.
No me malinterpretéis, por favor. Sigo diciendo que es una serie que hay que ver y conocer. Pero es mejor no creérsela. Si no, podéis llegar al punto de pensar que en la vida es mejor no hacer nada por evolucionar, y nadie puede permanecer en el estado de adolescente hormonoso sin visos de querer crecer. Así que es mejor verla con condescendencia, con nostalgia porque todos hemos querido no crecer (hasta Peter Pan hizo un arte de ello), pero no considerándola como algo que se debe hacer, que es un modelo a seguir en el campo del comportamiento. Porque si así lo hacemos nos perderemos lo mejor de la vida: conocer lo nuevo, descubrir lo desconocido, caminar con la excitación de no saber qué va a ocurrir... Vivir, creo yo, en pocas palabras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario