
Hacía tiempo que no sabía nada de él y zas, hoy me lo he encontrado. Había estado pensando en él... bueno, casi un año -creo que, en el fondo, estoy un poco enamoradito de él-. Me he encontrado con él en una librería (la verdad es que no es del todo cierto, porque en realidad, yo le estaba esperando desde el lunes) y en seguida ha empezado a contarme su vida. Cómo es, este Juan. Me ha estado contando que está muy liado en Barcelona, que hace poco estaba investigando un caso importante, y tras ello ha pasado a relatarme de qué iba. Ya, de paso, me ha contado que con su novia, Nines (de la que yo estaba un poquito enamorado, aunque ahora no tenga mucho sentido) no le va, de momento, todo lo bien que querría -¿será mi oportunidad? Je, je, je-, pero que todo se solucionará (espera).
Nuestra relación viene de largo, y cuando nos concimos, pensé que solo era fruto de la casualidad, y que jamás volveríamos a vernos (me ayudó a abrir los ojos a un mundo nuevo), pero, poco a poco, aventura tras aventura, nos hemos hecho muy amigos. Empezó en 1997, gracias a mi madre. Ella fue la que nos presentó. Y nunca se lo agradeceré lo suficiente. En seguida congeniamos: no es un chico guapo, pero es resultón -es lo que dice él-, es delgado, un poquito más bajo que yo (o eso creo), castaño y con sonrisa pícara. Vamos, el tipo de chico que a mí me gusta. E independientemente de los hombres que pasen por mi vida, creo que esta es la relación más larga que he tenido y que tendré (porque no me gustaría que se acabase, la verdad). De hecho, ahora mismo estoy con él -y no me avergüenza reconocerlo- y, en cuanto acabe de escribir este artículo, me iré con él a la cama, a que siga contándome cosas y más tarde, a dormir juntos. Incluso es posible que sueñe con él.
Aunque ahora viene la pequeña trampa. Juan es un personaje. Y no me refiero a que sea el típico chico que parece sacado de un libro. Es que, en realidad, es un personaje de un libro. Una novela. En particular, en esta ocasión, Yo tampoco me llamo Flanagan. Pero ha habido muchas. Él es quien me sacó de seguir leyendo El Barco de Vapor. Y no es que no me gustaran, pero Juan Anguera (su nombre completo) me abrió un mundo de posibilidades. Gracias a él he conseguido aprender el placer que se esconde tras la lectura, desde un clásico, hasta un libro moderno, de un cuento a una novela de aventuras juveniles.
Y por ello, mantendré mi agradecimiento eternamente. Porque no sé qué sería hoy en día de mí sin los libros. Así que, desde aquí, gracias, Flanagan -este es su nombre de guerra-. Espero que tus relatos me acompañen por muchos años. Yo prometo seguirte y dejar que me cuentes tus aventuras y desventuras. Y espero también, algún día, poder convivir contigo, aunque sea en un solo capítulo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario