
Dentro de alrededor de 20 minutos (depende de lo que tarde en escribir esta entrada), será San Luis Gonzaga -el santo más guapo del mundo, según dicen; que digo yo que tengo muchas ganas de ver un retrato suyo, que tiene que ser un tío de tirar patrás-. En fin, que ese día es el día de la onomástica (que queda de lo más culto) de mi mami y mi hermanito. Y lo digo con tanto cursilismo porque, oye, qué queréis que os diga, los echo de menos. Sí, ya sé que a mi madre la veo bastante a menudo y que a mi hermano, cuando está aquí, lo echo de más mucho, pero... Les tengo morriña. Es la primera vez (al menos por mi parte) que no puedo darles un beso y decirles "¡¡felicidades!!" a las doce de la noche -00.00 horas en mi periódico, que de lo mal que queda ya me quejaré en otro momento-, y darles los regalos (que, por primera vez mi vida, los tengo comprados desde hace más de una semana), y tomarnos una botella de cava juntos, con un motivo que no sea "el cumpleaños del canario".
En el caso de mi hermano, lo tengo más complicado para verlo todos los días. Y mira que lo echo de menos, al imbécil -por el homenaje a Manolito Gafotas, no porque lo sea-. Así que, va por ti, o por vosotros, esta entrada. Porque os lo merecéis y porque me apetece pasar más tiempo con vosotros (ah, eso sí, negaré haberlo dicho o escrito en cualquier otro ámbito que no sea este).
Muchas felicidades a los dos, por vuestro día. Al fin y al cabo, con vuestros defectillos (como todos), para mí sois unos "santos". Así que, Feliz Día, familiares. Y un besazo y un abrazo. Os quiero.
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