martes, 20 de junio de 2006

Una Historia del Lado Oeste


Por pura casualidad, hoy he visto West Side Story. No es que no la hubiera visto nunca, si no que hoy me la he encontrado en la programación cinematográfica de ONO (por otro lado, y coincidiendo con "mi cielo inglés", penosa). Aunque había pasado la escena más famosa de la película en cuestión -la que nuestros padres conocen como "Yo tengo un tío en América" no sé muy bien por qué-, he disfrutado con ella como cuando la vi por primera vez. Y me ha traido tantos recuerdos que, aunque hacía tiempo que no escribía en este blog, he querido resaltarlo.

En primer lugar, me ha recordado los viejos tiempos en la Falla, en La Cañada, cuando, inocentes que éramos, nos presentamos a un concurso de play-backs haciendo una parte de esa memorable historia en la que, por cierto, yo hice del enamorado Tony. Y por otro, me ha recordado cómo me sentía yo mismo en esa época, enamorado, cosas de la vida, de una estupenda mujer que llevaba el nombre de la desdichada protagonista: María -"say it loud and there's music playing, say it soft and it almost like praying", decía Tony del nombre de su amada-. ¿No os parece precioso decir de un nombre que es como música sonando y a la vez, como una oración?

La verdad es que la historia no es nueva -una copia de Romeo y Julieta con un final "slightly different"-, y los bailes, en algunas ocasiones, están de más -no olvidaré jamás la risa que me dio la primera vez que vi a esos machotes peleando a base de piruetas-, pero es una película que te llega, te emociona, incluso a veces, te da envidia, aunque sólo sea por lo extremo y lo tremendamente apasionados que resultan todos.

De esta vez que la ha visto, me quedo con la canción que canta el jefe de los Jets para explicar qué va a hacer en caso de que el oficial de policía que ronda por el barrio no le haga nada. Ha conseguido que me riera muy a gusto, cosa que no hacía, no sé muy bien porqué, desde hacía tiempo. Y me ha hecho ver, también, hasta qué punto la corrección política ha hecho que los films de ahora pierdan frescura e irreverencia. Igual a otros les parece mejor, pero yo creo que no hay nada de malo en ser un poco negros en el humor. Sin pasarse, pero hay que reirse hasta de la sombra de uno.

En fin, sirvan todos estos desvaríos para decir que me encanta la historia de la parte oeste. Y que por más que la vea, nunca dejará de emocionarme cómo María (no Mary) está gay -feliz- porque va a ver su amado. Y que disfruto viendo cómo puede convertirse el balcón de los Capuleto (o de los Montesco, ahora no recuerdo muy bien, pero mi filobritish preferida seguro que me sacará de dudas) en una escalera de incendios y no perder un ápice de su romanticismo. Será que soy un romántico. O que estoy enamorado. O que, en el fondo, soy un cursi, vaya. Pero el caso es que hoy he sido un ratito feliz, mira tú que tontería...

No hay comentarios: