Anoche, en la fiesta que siguió a la cena del Bloc -la más divertida, con diferencia, de todas las que han ofrecido a los medios los distintos grupos políticos de la provincia de Castellón-, me di cuenta de que tenía una manía que ni siquiera sabía que tenía. Me pasé toda la noche apagando las colillas que cualquiera de mis compañeros tiraban al suelo de la discoteca OXO (el GURU de Castellón, para que os hagáis una idea). No pasaba nada. No era una necesidad. Incluso me dije a mí mismo que era una tontería. Pero no dejaba de hacerlo.
Es la última, pero no la única. Desde intentar ordenar los libros de mayor a menor, por el tamaño, a tomarme el té en una taza con plato, el café en una taza americana sin plato, el agua en una vaso de medio litro y el vodka con sprite preparado como si fuera un gin-tonic;mis manías pasan por las más absurdas, las más corrientes y las menos conocidas, pero aún así, mías.
Tengo la manía de poner siempre el volumen de la radio (de cualquier radio) en número par, que no sea múltiplo de 11. Eso sé que es una manía, porque no tiene sentido alguno. No es superstición, porque no tiene ninguna consecuencia el no hacerlo. Es, simplemente, porque así escucho mejor la música. Más relajado. El problema viene cuando se lo explico a alguien que no lo sabe. La cara que se le queda hace que me plantee preguntarle por lo que piensa -que, de hecho, no suelo preguntar-.
Esta es, quizá, la más absurda de ellas. Pero hay otras, derivadas del día a día, de la convivencia con mis amig@s, que se me pegan (no se me podría haber ocurrido coger las ganas de estudiar, no...). Como, por ejemplo, ver las películas inglesas en Versión Original con subtítulos en inglés -que, por cierto, no es tan manía como una utilidad-.
Otra manía, que he descubierto esta misma noche, es que no me puedo quedar en un restaurante tres horas, cuando a la hora y media ya he terminado de tomar incluso el postre. Me parece de mala educación ocupar una mesa, pero mucho más cuando hay gente esperando fuera.
Hay más, como la de ponerme el cinturón de seguridad una vez he arrancado el coche y salido del aparcamiento, que es una tontería, pero me siento mejor. O la de dejar propina en un restaurante, excepto cuando han sido maleducados conmigo. Me gusta dejarles porque a mí, si trabajara en un establecimiento de hostelería, me agradaría saber que mi servicio se agradece. Y si los demás no quieren, la pongo yo y punto.
En fin, que son muchas mis manías (tengo más, pero ahora mismo no las recuerdo), pero me hacen así. Al fin y al cabo, como dijo una amiga mía que le dijo un profesor: "cuida de tus manías porque son las que te hacen única". O algo así.
Qué queréis, es que también tengo la manía de citar a mis conocidos o familiares como si fueran citas famosas. Se lo merecen, creo yo.
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