En mi viaje a Madrid (I)

Hay momentos en los que la nostalgia te puede, el "cualquier tiempo pasado nos parece mejor" -bendita Karina, por darnos esta gran frase-, la, digamos, morriña; o cualquier otra cosa que os haga entender lo que siento,... en los que comienzas a pensar, algo que debería estar prohibido, y te das cuenta, por razones que no tienen por qué ser racionales; en que hay cosas que se echan de menos y que sabes que, por tu estupidez, tu egoísmo, tu orgullo, tu autohipocresía (me la acabo de inventar, la palabra) o tu falso instinto de autosuficiencia; has perdido a gente que realmente son importantes para ti.

Y no las vas a recuperar, por más que quieras. Bodas, bautizos y comuniones que no vivirás, desayunos que no tendrás junto a esa persona, fiestas en las que sus risas no estarán junto a las tuyas... Son muchas las cosas que, por causas que, en un momento, fueron importantes -incluso, imprescindibles, por más que esa palabra a algunos les resulte ridícula e irrisoria-; pero que ahora, son absurdas y sin sentido, cuando el tiempo, que pone a todo el mundo en su lugar (unido a una amiga que dice lo que tiene que decir cuando sabe que ha de decirlo); te recuerda que lo importante es el todo y no una parte.

Creo que algún día haré esa llamada. Creo que algún día le miraré a los ojos y le diré que le quiero, que no me deje, que no se vaya, que me corresponda. Creo que algún día dejaré de hacer tonterías "amparado" por mi lado soviético.

En mi viaje a Madrid me he dado cuenta de todo esto. Por eso me fui, porque necesitaba reflexionar. Y, aunque parezca mentira, no me pongo colorada cuando me miras.